DOS SANJUANEROS ILUSTRES
San
Juan de Payara fue fundado el 10 de febrero
A
finales del año de 1768, a las tierras de Payara llegó un joven fraile
capuchino llamado Alonso de Castro, él en su labor evangelizadora logró reunir
a 547 indígenas Otomacos, Yaruros, Guaranaos y Taparitas, y con ellos el 10 de
febrero del año siguiente a la margen izquierdas del río Payara dio principio a
fundar el pueblo de “Misión viva, o reducción de Indios”, con el nombre La
Purísima Concepción de Payara.
La fecha que se toma
como fundación de un pueblo de Misión es la primera partida de bautismo, y el
primer bautismo se realizó en nuestro pueblo el 10 de febrero de 1769, según
informó el Obispo Mariano Martí en su vista pastoral en 1780. Es por ello que
en la correspondencia de los capuchinos se lee: “La Purísima Concepción de
Payara… Se comenzó a fundar el año del mil setecientos sesenta y nueve por los
Religiosos Capuchinos Andaluces Misioneros de esta Provincia”. (Joseph Joachin
de Soto: Relación y testimonio integro de la visita general de este obispado de
Caracas y Venezuela hecha por el Illmo. Señor D.D. Mariano Martí).
Cambio
de lugar
El pueblo fue fundado
inicialmente en donde es hoy Paso Real de Payara y cuando la Iglesia se hallaba
construida y techada hasta la mitad, en invierno crecieron los ríos y se inundó
el pueblo, las aguas subieron hasta la iglesia cerca de una vara, por esta
razón el fraile fundador se retiró embarcado en una canoa, “y los indios se
mantuvieron dispersos, hasta que, pasada la inundación, volvieron a congregarse
con la precisión de que había que ser en el mismo sitio, porque ellos, a estas
incomodidades y a otras muchas, casi opuesta a la racionalidad, se acomodan muy
bien, y el padre Misionero precisado a pasar por todas con el santo fin de
civilizarlos y del que no se pierda la mayor parte de las almas, por medio de
la catequización y santo bautismo”. (Padre Carrocera: Misión de los Capuchinos
en los llanos de Caracas).
Al invierno siguiente
La Purísima Concepción, volvió a sufrir otra inundación anegándose y
perdiéndose toda, así lo informó Buenaventura de Benoacaz, en el año 1771. Después
de dicha inundación los habitantes situaron el pueblo sobre un alto médano que
está en la ribera Norte del río Cotayo distante una legua del río Payara. Este
lugar en donde se edificó el pueblo es descrito por Vawell y Soto de la manera
siguiente:
“La ciudad de San Juan
está situada a lo largo de las llanuras y edificada en una colina de arena, que
se convierte en isla durante el tiempo de las inundaciones”. (Richard Vawell:
Memorias de un oficial de la Legión Británica).
“Su Territorio consiste
en diez Leguas de Oriente a Poniente, y otro tanto de Norte a Sur; de cuyo
Terreno, que es casi todo llano, se inundan algunas partes en tiempo de
invierno: Al Oriente confronta con el Pueblo de San Rafael de Atamaica,
distante seis Leguas: al Poniente con el supradicho Pueblo de Achaguas,
distante veinte Leguas; al Norte con la Villa de San Jaime, distante catorce
Leguas; y al Sur con el Pueblo de Cunaviche, distante de diez Leguas”. (Joseph
Joachin de Soto: obra citada).
Este pueblo que fue
fundado por fray Alonso de Castro en 1769, con el nombre de la Purísima
Concepción, y al cual luego se le dio el nombre de San Juan. Este pueblo
en el que estuvieron el obispo Mariano Martí, el Libertador Simón Bolívar, el
general José Antonio Páez, el escritor Rómulo Gallegos entre otros personajes
famosos de nuestra historia. Este pueblo que desde el 03 de julio de 1968,
se convirtió en capital del Municipio Pedro Camejo, creado por la Asamblea
Legislativa del Estado Apure, presidida por la abogada payareña Rosa Amelia
Caraballo. Este pueblo en el que se han realizado grades acontecimientos
históricos, es el pueblo que vio nacer a Pedro Camejo (a) Negro Primero y a
José Vicente Abreu, quienes se convirtieron por sus grandes méritos dos
ilustres Sanjuaneros.
***
Pedro Camejo (a) Negro
Primero nacido en este pueblo en 1790, fue desde su nacimiento fue
esclavo de Vicente Alfonso, rico propietario apureño, quien lo puso al servicio
del ejército realista comandado por José Antonio Yáñez, conocido como Naña, “porque
el carácter del negro, sobrado celoso de su dignidad, le inspiraba algunos
temores”.
Camejo se fue a la
guerra a favor de los realistas para conseguir fortuna y aperos de plata para
compartirlos con sus amigos de servidumbre Mindola y Juan Rafael. Esta ambición
material le era alimentada al joven Camejo por algunas personas que iban a la
guerra sin nada y volvían con un uniforme muy bonito y con dinero en el
bolsillo.
La primera y la única batalla que
tuvo a favor de los realistas, fue la de Araure ocurrida el 5 de diciembre
1813. Esta batalla, en la que se peleó por 6 horas, fue ganada por el
ambidextro Simón Bolívar.
Después de la batalla
quedó tan disgustado del servicio militar que se vino al Apure, donde
permaneció oculto hasta que en Octubre del 1816, se la presento a José Antonio
Páez, este en su autobiografía, lo relata:
“Cuando yo bajé a
Achaguas después de la acción de El Yagual, se me presento éste negro, y mis
soldados de Apure me aconsejaron incorporarlo al Ejército, pues les constaba a
ellos que era hombre de gran valor y sobre todo muy buena lanza. Su robusta
constitución me lo recomendaba mucho, y a poco de hablar con él, advertí que
poseía la candidez del hombre en su estado primitivo y uno de esos caracteres
simpáticos que se atraen bien pronto el afecto de los que los tratan”.
Pedro Camejo se
incorporó al ejército patriota y como dice Páez: se ganó bien pronto el cariño
de todos y del mimo caudillo, esto se ve cuando el teniente José María Córdoba
y un consejo de guerra lo condenó a muerte, el negro junto al gobernador de
Casanare el padre Trinidad Travieso intercede ante favor de Córdoba, por esta
intercesión se le perdonó la vida y más tarde se convierte en General de
División.
Desde su incorporación
a las filas patriotas nuestro héroe payareño, consagró su vida a luchar por la
libertad de Venezuela, en todas las batallas que tuvieron con los realistas, se
lanzaba de primero a la lucha y se batía como un león dando pruebas de valor en
todos los reñidas en las que participó, que sus mismos compañeros le dieron el
apodos del Negro Primero.
En 1818, cuando el
Libertador Simón Bolívar llegó a San Juan de Payara, durante el desarrollo de
la campaña del Centro, vio a Camejo por primera vez. La corpulencia del
guerrero, y lo que unos soldados apureños le contaron con gran entusiasmo y la
referencia del empeño que tenía que el Libertador no supiera que él había
estado al servicio del rey, despertaron en Bolívar su interés y verlo se le
acercó con mucho afecto, y después de felicitarlo por su valor, le dijo con voz
aguda y penetrante:
— ¿Pero qué le
movió a usted a servir en las filas de nuestros enemigos?
Miró el negro a sus
compañeros como si quisiera enrostrarles la indiscreción que habían cometido, y
dijo después:
— Señor, la
codicia.
— ¿Cómo así? —
preguntó Bolívar.
— Yo había notado
—dijo el negro—, que todo el mundo iba a la guerra sin camisa y sin una peseta
y volvía después vestido con un uniforme muy bonito y con dinero en el
bolsillo. Entonces yo quise ir también a buscar fortuna y más que nada a
conseguir tres aperos de plata, uno para el negro Mindola, otro para Juan
Rafael y otro para mí. La primera batalla que tuvimos con los patriotas fue la
de Araure: ellos tenían más de mil hombres, como yo se lo decía a mi compadre
José Félix: nosotros teníamos mucha más gente y yo gritaba que me diesen
cualquier arma con que pelear, porque yo estaba seguro de que nosotros íbamos a
vencer. Cuando creí que se había acabado la pelea, me apeé de mi caballo y fui
a quitarle una casaca muy bonita a un blanco que estaba tendido y muerto en el
suelo. En ese momento vino el comandante gritando “A caballo”. ¿Cómo es eso,
dije yo, pues no se acabó esta guerra? Acabarse, nada de eso; venia tanta gente
que parecía una zamurada.
— ¿Qué decía usted
entonces? — dijo Bolívar.
— Deseaba que
fuéramos a tomar paces. No hubo más remedio que huir, y yo eché a correr en mi
mula, pero el maldito animal se me cansó y tuve que coger monte a pié. El día
siguiente yo y José Félix fuimos a un hato a ver si nos daban qué comer; pero
su dueño cuando supo que yo era de las tropas de Ñaña me miró con tan malos
ojos, que me pareció mejor huir e irme al Apure.
—Dicen — le interrumpió
Bolívar —, que allí mataba usted las vacas que no le pertenecían.
— Por supuesto —
replicó —, y si no ¿qué comía? En fin vino El Mayordomo al Apure, y nos enseñó
lo que era la patria y que la diablocracia no era ninguna cosa mala, y desde
entonces yo estoy sirviendo a los patriotas.
Páez y Bolívar lo
hacían hablar durante las marchas, pues tenía una manera original y pintoresca
de expresarse.
Negro Primero, fue uno de los 150
lanceros que participaron en “La Batalla de las Queseras del Medio” el 2 de
abril de 1819, donde Páez y su tropa después de cruzar el río Arauca, levantó
la lanza, como lo inmortalizó el cuadro de Arturo Michelena y se oyó el grito
del catire: “¡Vuelvan caras!”, al oír este grito Negro Primero y sus 149
compañero obedecieron y transformándose de perseguidos en perseguidores,
lograron destruir la Caballería realista. El Ejército de Pablo Morillo que
contaba de 6000 hombre dejaron tendido en el campo de batalla a más de 500
realistas; de los ciento cincuenta patriotas, salieron heridos del combate,
entre otros, el teniente coronel Manuel Arráiz, y los capitanes Francisco
Antonio Salazar y Juan Santiago Torres; y murieron solamente Isidoro Mujica y
el cabo primero Manuel Martínez.
Negro Primero ganó la
Orden de los Libertadores por su participación en la batalla las Queseras del
Medio y ascendió a la gloria el 24 de junio 1821, con su muerte en la gloriosa
batalla de Carabobo.
“El día antes de la
batalla de Carabobo —escribe Páez—, que él decía que iba a ser la cisiva,
arengó a sus compañeros imitando el lenguaje que me había oído usar en casos
semejantes, y para infundirles valor y confianza les decía con el fervor de un
musulmán, que las puertas del cielo se abrían a los patriotas que morían en el
campo, pero se cerraban a los que dejaban de vivir huyendo delante del
enemigo”.
El día de la batalla en
medio del difícil acceso caballería a la llanura, bajo fuego nutrido del
enemigo, Negro Primero al sentirse mortalmente herido, volvió las riendas de su
caballo alazán también herido, para despedirse de Páez, éste pensando estaba
huyendo, le gritó:
—Negro cobarde ¿por qué
huyes? ¿Tienes Miedo? ¿No quedan ya enemigos?.... ¡Vuelve y hazte matar!
Al oírlo detiene su
caballo y se yergue en la silla; luego arroja por tierra la ponderosa lanza,
rompe con ambas manos el sangriento dormán y poniendo al descubierto el desnudo
pecho donde sangran copiosamente dos profundas heridas, exclama balbuciente:
— Mi general....
Vengo a decirle adiós.... porque estoy muerto.
En el Campo de Carabobo
cayeron muertos el payareño Negro Primero y su caballo alazán. Páez al ver
muerto a su fie y leal amigo de los pasados peligros, le grita a los
compañeros:
— ¡A vengar a mi
negro Camejo!
Al escuchar la voz del
catire, 600 compañeros de Negro primero, lo siguieron velozmente y alancearon
por la espalda a los escuadrones españoles que huían espantados. Los llaneros
vuelven con las lanzas coloradas, y es libre Venezuela.
El mismo Simón Bolívar
se habría lamentado al conocer la fatídica muerte, según lo atestigua Páez: “El
día de la batalla, a los primeros tiros, cayó herido mortalmente, y tal noticia
produjo después un profundo dolor en todo el ejército. Bolívar cuando lo supo,
la consideró como una desgracia y se lamentaba de que no le hubiese sido dado
presentar en Caracas aquel hombre que llamaba sin igual en la sencillez, y
sobre todo, admirable en el estilo peculiar en que expresaba sus ideas”.
Negro Primero antes de
su fallecimiento en la gloriosa batalla de Carabobo, le comunicó sus últimas
disposiciones a Páez. Éste, desde San Juan de Payara, el 14 de septiembre de
1821, le escribió al Presbítero Trinidad Travieso:
“Habiéndome comunicado
el Teniente Pedo Camejo las últimas disposiciones antes de su fallecimiento, el
día de la gloriosa acción de Carabobo, y siéndome preciso elegir una persona de
mi confianza que las ponga en ejecución, modeladas por aquel Benemérito Defensor
de la Patria, comisiono a usted para este fin, bajo las siguientes
instrucciones pago de deudas y destinar parte del sobrante a sufragios. Se
encargará usted de todos los bienes conocidos de la propiedad del Teniente
Pedro Camejo o por donación que le hiciere el Estado o por su agencia personal;
y la otra parte la entregará a su esposa Juana Andrea Solórzano.”
La historia cuenta que
las tierras y ganado del hato Chaparralito, que Páez le había donado al Negro
Primero en 1818, por su entrega a la causa de la independencia, fueron vendidas
a José Miguel Mirabal. Nadie cuenta que otros bienes tenía el Negro Primero,
que le fuera donado el Estado o que él hubiera obtenido por agencia personal,
tampoco se cuenta cuáles eran sus deudas y que “otra parte” el padre Travieso
le entregó a su esposa Juana Andrea. Lo que si se cuenta es que en 1846, la
viuda residenciada en San Fernando de Apure, por la pobreza en que vivía,
solicitó un montepío militar. El propio Páez expidió la certificación que se
requería para la aprobación de dicha solicitud:
“Certifico que el
ciudadano Pedro Camejo, se incorporó y tomó servicio en el Ejército de mi mando
en esta Provincia el año de 1816, y que los continuó hasta el año 1821, que
murió en el campo de Carabobo por una herida que recibió de arma de fuego en el
momento del combate, y que por su valor sobresaliente mereció el ascenso de
Teniente de Caballería, habiendo principiado su carrera de soldado raso.
“Y al pedimento de la
señora Juana Andrea Solórzano, viuda del citado Camejo y para fines que le
convengan, le doy ésta, que firmo en los Borales del Frío, el 13 de mayo de
1846”.
También testificaron
haber conocido al teniente Camejo, el comandante Miguel Pérez, de 51 años y el
coronel Juan Antonio Mirabal “de sesenta y pico de años”. Por su parte, el
padre Julián de Santos, párroco de San Fernando de Apure certificó en julio de
1846, que en los libros de ese pueblo no aparecía la partida de matrimonio y
los de San Juan de Payara que existieron en el archivo parroquial, fueron devorados
por los insectos cuando ejercía el curato en ese pueblo el padre Juan Bernardo
García.
El 29 de marzo de 1847,
el presidente Monagas concedió el merecido reconocimiento a la viuda de Negro
Primero, por la cantidad de 10 pesos mensuales, actuando de acuerdo a la Ley
aprobada el 27 de mayo de 1845. La refrenda el general José María Carreño,
secretario de Guerra y Marina.
En el año de 1852, el
montepío de Juana Andrea fue modificado, esto se dice en un documento tomado de
libro Diccionario Biográfico de Ilustres Próceres de la Independencia
Suramericana de Vicente Dávila. He aquí el documento:
“CAMEJO, Teniente Pedro
(a) Negro Primero. Sentó plaza de soldado en 1816 y con Páez hizo todas las
campañas de los llanos hasta Carabobo el 21 donde murió. Ascendido a teniente
de Caballería y por su casta y valor se conquistó el apodo de “Negro Primero”.
Vecino de San Juan de Payara, casó con Juana Andrea Solórzano que obtuvo el 47
Montepío Militar, modificado el 52”.
En las hojas de
servicios de los militares siempre se colocaba quién, luego de haber muerto la
viuda, percibiría esos dineros, pero en la de Camejo que se encuentra en el
Archivo General de la Nación, no consta ningún descendiente. Pedro Camejo vino
a la tierra a cumplir un cometido y quedó nimbado de gloria
***
Otro personaje de
nuestro pueblo que se fue reconocido en 1986, por este Concejo Municipal como
hijo ilustre de San Juan de Payara, por ser uno de los escritores venezolanos
más editado a nivel internacional es José Vicente Abreu.
Abreu
nacido el 20 de junio de 1927, en San Juan de Payara en donde pasó parte de su
infancia hasta que “avanzábamos a San Fernando de Apure siempre con la línea
del telégrafo a la derecha donde los pajaritos saltaban la danza del morse”. Ya
en San Fernando de Apure “llegamos a la casa de los abuelos, Josefa y
Gregorio”. En la capital apureña fue en donde cursó sus estudios primarios y
secundarios. Pronto dio muestras de poseer una inclinación hacia las
Humanidades, ya que, con tan sólo doce años de edad, comenzó a difundir sus
primeros escritos en el periódico del centro de estudios donde cursaba el
bachillerato.
Fiel, a partir de
entonces, a este compromiso con las Letras, marchó, ya en plena juventud, a
Caracas, para cursar la carrera de Periodismo en la Universidad Central de
Venezuela. Graduado en 1949. al año siguiente de ese logro académico, este
joven que llego a ser, en la clandestinidad, líder del partido Acción
Democrática se graduó de profesor de castellano, Literatura y latín en el
Instituto Pedagógico Nacional.
Por su oposición al
régimen de Marcos Pérez Jiménez, en mayo de 1952, cayó en manos de la policía
política, Quienes lo llevan a la sede de la Seguridad Nacional, ubicada en el
Paraíso a pocos metros de la residencia del dictador. Abreu en su novela-testimonio
“Se llamaba S.N” describe la sede de la S.N como “un edificio bajo, gris, de
puertas amplias, escaleras cubiertas de linóleo jaspeado. Da la impresión de
estar ante una fábrica. Los vidrios de la fachada, pintados de gris plomo.
Barandas y puertas de hierro. Nada que indicaran las puertas del infierno. Pero
no dejaba de pensar: las puertas de cualquier policía en Venezuela conducen al
infierno”.
De la S.N fue enviado a
la Cárcel modelo de Caracas y los campos de concentración de Guasina y
Sacupana. Posteriormente, fue trasladado a la cárcel de Ciudad Bolívar donde
permaneció cinco años hasta su expulsión a México. Durante su permanencia en la
cárcel de Ciudad Bolívar, en diciembre de 1952, se separó del partido Acción
Democrática y posteriormente tomó militancia en el partido Comunista de
Venezuela.
Regresó al país después del derrocamiento de la dictadura de Pérez Jiménez, y se convirtió en jefe de redacción del periódico comunista “Tribuna Popular”, con el propósito de continuar su lucha por los derechos del pueblo; y sus correrías revolucionarias lo hicieron famoso como Comandante “Capanga”. Abreu escribe en su novela Toma mi laza bañada de Plata: "Ahora te acoges a la pacificación y andas por allí en las calles del sin trabajo donde empiezan todas las guerras. Te desesperas y me muestras tu pañuelo ahíto en la grasa de las frustraciones de tu cara. Antiguos amigos antes te daban para hacer la guerra, ahora no te dan trabajo y tu paz se desvanece en los fracasos. El mundo se te pone del tamaño de tus iras unos instantes. Y acaricias, cuando regresas a casa, la pistola que querías vender con todas sus historias. Pero ningún ejecutivo comprador de souvenir quiere tener en la pared esa reliquia, en el año de la pacificación".
En 1962, por haber
participado en la insurrección de Carúpano, un tribunal militar lo castigó con
la pérdida de su libertad. Al salir del Cuartel San Carlos donde estuvo
encarcelado, el novelista decidió exiliarse en países como Cuba, Rusia,
Checoslovaquia y Bulgaria en cuya capital, Sofía, se ganó la vida como profesor
de Literatura Española y Latinoamericana.
De nuevo en superficie
venezolana, este hombre que constituyó una familia junto con Beatriz Catalá
dirigió la imprenta de la Universidad Central de Venezuela e integró el cuerpo
de directores del Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos.
Autor de las siguientes
obras: Manifiesto de Guasina (1959); Se llamaba SN (1964), Las cuatro letras
(1969), Toma mi lanzada bañada de plata (1973); Guasina, donde el río perdió las
siete estrellas (1974); Rómulo Gallegos: ideas educativas en La Alborada
(1977); Alborada (1983); Palabreus (1985); Cartas de la prisión y el exilio:
Venezuela, México, URSS (1987) y Sojo: Medio siglo de música (1987). Entre
otras obras.
La muerte de José
Vicente Abreu, quien a la hora de escribir se escondía detrás de seudónimos
como Martín Martínez, Máximo Miliciano y José Bello, se produjo en Caracas el
25 de abril de 1987 como consecuencia de una cirrosis hepática.
***
Nosotros como
sanjuaneros hijos nativos o adoptivos, debemos conocer nuestro pueblo y conocer
nuestro pueblo no es sólo saber dónde queda un lugar u otro, conocer nuestro
pueblo implica conocer su historia antigua y moderna, porque somos pueblo en
estricta categoría histórica.
Moisés le cantaba a los
isrealistas: “Acuérdate de los días de antaño, considera los años de edad en
edad. Interroga a tu padre, que te cuente, a tus ancianos, que te hablen.
Cuando el Altísimo repartió las naciones, cuando distribuyó a los hijos de
Adán, fijó las fronteras de los pueblos, según el número de los hijos de Dios”
(Deuteronomio 32,7-8).
Y el Libertador Simón
Bolívar, decía en un discurso en 1830: “Las lecciones de la historia, los
ejemplos del viejo y nuevo mundo, la experiencia de veinte años de revolución,
han de serviros como otros tantos fanales colocados en medio de las tinieblas
de lo futuro”.
Parafraseando estas
palabras de Bolívar yo digo: que las lecciones de más de 200 años de historia
de San Juan de Payara y los ejemplos de sus hijos ilustres, han de servirnos
como fanales que nos ayuden a alumbrar el futuro mejor que queremos para
nuestro querido pueblo.
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