LOS OTOMACOS
LOS
OTOMACOS: Era un grupo
que antiguamente vivía en la región de Apure y las orillas del río
Orinoco. Estaban relacionados con los Taparitas
y se le consideraba distintos de otros grupos. Fueros evangelizados por los misioneros
españoles XVIII. Desaparecieron como grupo distinto a comienzos del
siglo XX.
Del
idioma de los otomacos se sabe poco. El jesuita Filipo Salvatore
Gilli lo consideraba un idioma aparte de los demás. Esteban Emilio
Szász describe que poseían un idioma que no ha podido clasificarse
emparentado con otros idiomas. Han quedado vocabularios considerables
del Otomaco, que fueron estudiados por Ángel Rosenblat en 1948.
A
los misioneros religiosos, y a cuantos europeos se aventuraron por
tierras otomacas, les llamó la atención el que mientras unos se
dedicaban a pescar, otros jugaban pelota, como rito favorable a la
pesca, el padre Gilli dice que ellos tenían “una gran pasión”
por este juego y mientras jugaban consumían tierra. Antes de ciertos
actos, como entrar en la guerra, dedicarse a trabajar la agricultura,
jugar pelota o durante el parto, se traspasaban la lengua con la púa
del pez Raya, y se untaban la cara y el cuerpo con la sangre que le
brotaba de la herida.
La
mitología otomaca hablaba de que el origen de su pueblo estaba en
una piedra triple situada sobre el pico Barraguán, casi enfrente de
la desembocadura del río Arauca en el Orinoco, en el Estado Bolívar;
esta montaña sería su Abuela, y su Abuelo otro pico frontero a unas
dos leguas del primero; las pequeñas de los dos lugares serían
otros tantos antepasados suyos. Llamaban a la primera piedra Uruana,
y a sí mismos Uruaneyes “hijos de la piedra”.
Los
otomacos acostumbraban a elevar cantos nocturnos a la luna y a llorar
y gritar al amanecer. Enterraban a los muerto en dos etapas: la
primera, para que se descarnaran los cadáveres y quedaran en los
puros huesos; la segunda, cuando en una urna colectiva colocaban los
restos que habían quedado del primer enterramiento, a los tres años
de haber sucedido este. Cuando alguien moría, abandonaban la casa
del difunto y la quemaban.
Los
otomacos creían en un Ser Supremo, al que llamaban Yivi Uranga, lo
que quería decir “el que está en los alto”, o lo que es lo
mismo “El Altísimo”. Este ser divino había creado el mundo, y
premiaba a los buenos y castigaba a los malos. Según parece, los
otomacos también creían en un espíritu del mal, a cual llamaban
Tigüi-Tigüi, nombre de un pájaro enemigo del hombre.
El
matrimonio otomaco era monógamo y los jóvenes eran casados
inicialmente con las viudas más ancianas para que aprendieran de
ellas los secretos del sexo y las obligaciones del hogar. Al enviudar
los jóvenes de su primer matrimonio era cuando podía casarse con
una mujer moza, a la que le trasmitía su experiencia anterior.
Obedecían
los otomacos a una incipiente organización social y a cierto régimen
de gobierno político a su modo. La propiedad era colectiva y el
producto de la pesca y las cosechas eran distribuidas de acuerdo al
número de cada grupo familiar, pero el trabajo también era
colectivo, todos se ocupaban haciendo algo en beneficio de la
comunidad.
En
la dieta alimenticia de los otomacos entraban, además de los
productos de la pesca, algunos vegetales, como el guapo, el
changuango, la chiga, la batata, la yuca, el maíz y algunos frutos
que recolectaban en los campos cercanos. A estos agregaban de vez en
cuando algunas piezas de cacería.
Los
otomacos usaban como armas no sólo las flechas y macanas, sino
también arpones con cuerdas, “de las que utilizaban para apresar
piraguas”, por esto para el siglo XVII eran conocidos como “los
piratas del Orinoco”. Durante mucho tiempo se mantuvieron en
constante lucha con los Caribes, sólo cuando éstos comenzaron a
usar armas de fuego, que les eran suministradas para por los
holandeses que se habían establecido en la Guayana, los otomacos se
vieron precisados a eludir la guerra con aquellos. Pero no fue
únicamente con los Caribes que pelearon los otomacos; del contenido
de las antiguas crónicas misioneras se deduce que ellos fueron los
más aguerridos opositores de los españoles en las márgenes del
Orinoco. Los padres misioneros fueron muchas veces victimas de ellos,
por lo que pusieron gran empeño en bendecirlos. Los jesuitas
lograron establecer muchas misiones con población otomaca, la
mayoría de ellas fueron abandonadas o destruidas por los Caribes
cuando fueron expulsados los misioneros jesuitas de los dominios
españoles en 1767. Los misioneros capuchino andaluces, que entraron
después de los jesuitas, lograron establecer poblaciones que han
perdurado hasta el presente, entre ellas: San Juan de Payara,
Arichuna, Camaguán San Rafael de Atamaica, Cunaviche y Guachara.
Un
famoso Cacique fue Tavacaré, que en 1747 realizó tratado de paz con
el Capitán Miguel Ochogavía, cuando éste hacía su recorrido por
el río Apure. Tavacaré era soberano de varias agrupaciones
indígenas de la región otomaca y Achaguas, disponía de más de
3000 guerreros bajo su mando. Fray Jacinto de Carvajal, cronista del
viaje de Ochogavía, en su relación del descubrimiento del río
Apure… nos describe el aspecto físico del jefe indígena: elevada
estatura, larga y poblada cabellera, indicadora cierta del gran
número de guerreros que tenía sometidos y tenía a su servicio, y
la adecuada proporción de los miembros le daban un aspecto de
gentileza y apostura que juntamente con las bellas cualidades morales
que realzaban su persona, justifica la gran autoridad de que estaba
investido, y hacia en extremo simpática a los extraños. Esta
descripción no puede ni debe causar extrañeza, por cuanto todos los
testimonios coinciden en que los otomacos eran individuos altos,
corpulentos, robustos, de piel morena y con barba. El Padre Joseph
Gumilla decía que a un “otomaco se precia, como los guamos, de
larga barba”. Según el padre jesuita Filipo Salvatore Gilli, los
otomacos eran “más altos que los españoles, con un talle
realmente soldadesco”. Los otomacos eran una etnia semi-nómada que
vivía ante todo de la pesca y de la recolección. Alejandro del
Humboldt escribe que ellos eran “personas muy corpulentas pero
feas, vengativas y muy dadas a bebidas fermentadas… los otros indio
que los consideran como bárbaros, dicen que no hay nada tan
asqueroso que no lo coma un otomaco. Cuando el nivel del agua en el
Orinoco sus ríos tributarios es bajo, los Otomacos viven de la pesca
y de las tortugas… cuando tienen lugar las inundaciones, que duran
de dos a tres meses, tragan tierra en cantidades increíbles… Los
Otomacos consumen diariamente durante varios meses unos tres
curtos
de libra de arcilla algo endurecida al fuego, sin que su salud sufra
por ello… dicen que es la arcilla la que los sacia y no los pocos
alimentos que ingieren en ese tiempo”.
Podemos
deducir la participación de los otomacos en la Guerra de la
Independencia de Venezuela por los hechos que narra el General José
Antonio Páez en su Autobiografía, cundo habla del ataque de San
Fernando en marzo de 1818, por los patriotas: “Llevaba yo además
trescientos indios de Cunabiche, al mando do uno de ellos, llamado
Linache, á quien di el grado do general do Bus compañeros.—Antes
de dar el simulado ataque á la plaza, y conociendo lo que se
acobardan los indios al oír silbar las balas, repartí catre ellos
sendas raciones do aguardiente, y tal ánimo les hizo cobrar esta
bebida que sangrándose la lengua con las puntas de sus flechas se
bañaban el rostro con la sangre que salía de la herida: so lanzaron
llenos del mayor denuedo contra las trincheras enemigas.—Uno de los
capitanes do mis indio?, llamado Dos-Reales, se lanzó al frente de
los suyos contra la trinchera, y sobre ella fue muerto a machetazos”.
Dos datos nos confirman nuestra afirmación: la procedencia de los
indígenas: Cunaviche (Cunabiche), y el hecho de sangrase la lengua y
luego bañarse el rostro con la sangre que le salía de la herida,
que era muy característico de los otomacos cuando partían a la
guerra.
De
los otomacos, al igual que los Achaguas, apenas queda el recuerdo. No
quedan muestras vivientes en la actualidad, porque fueron diezmado
por las enfermedades y por las tropelías de los criollos
terratenientes, o también porque se fueron integrando paulatinamente
a la gente de nuestro llano. Según Ángel Rosenblat: Antonio José
Torrealba Osto, el Antonio Sandoval de la novela Doña Bárbara, de
Rómulo Gallegos, descendía de los últimos representantes otomacos
que quedaban en Cunaviche, significando esto que ellos constituyeron
un ancestro bien cercano de nuestro llanero, apenas, dos o tres
generaciones anteriores a la actual.
¿Quién es el autor de este escrito sobre los tamanacos?
ResponderBorrar¿Dónde queda el hato Merecure mencionado por Humboldt?
Pregunta Adolfo Rodríguez, esposo de Clara. Gracias
Excelente artículo. Les dejos un enlace de complemento http://edudigital.unellez.edu.ve/apure/otomacos/
ResponderBorrarel angel se la traga
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