Don
Arístides Rojas en su trabajo “El Negro I”, alude a una
entrevista del Libertador Simón Bolívar con Pedro Camejo, donde
éste le pregunta sobre la táctica utilizada por él para ganarse el
amor de su amada “Bizarra”, que lo hace jurar en falso por un
“puñado de cruces”.
“Bizarra”,
así apodaban a Juana Andrea Solórzano, mujer apureña que fue la
esposa de ese valiente guerrero independentista apodado por la fama
como “El Negro Primero”, así lo afirma la tradición oral y los
pocos documentos que se conservan en el Archivo General de la Nación
sobre su solicitud de una pensión de montepío al gobierno central.
Era
Juana Andrea una hermosa zamba llanera, libre, nacida probablemente
en San Juan de Payara hacia el año 1800. Desde joven acompañó Páez
en sus heroicas hazañas por la libertad de Venezuela del imperio
español, actuando como “tropera”, cocinando para los soldados,
lavando ropa, cargando armas y pertrechos para las huestes de catire,
también ayudaba en el cuidado de heridos y parturientas. Hacia
el año 1818, se casó en la iglesia de dicho pueblo, con Pedro
Camejo, a quien
estuvo atendiendo a hasta su último día porque antes de la batalla
de Carabobo el negro se recuperaba de una grave herida sufrida en una
pierna, es decir que la batalla decisiva lo encontró convaleciente,
sin embargo, eso no fue razón para faltar a la gran gesta. Se dice
que la negra estuvo allí hasta su último suspiro como interpretando
su activa labor como tropera en el fragor de la batalla.
Con
la muerte de su esposo, Juana Andrea quedaría sola y desasistida,
como tantas mujeres que a causa de la guerra se hallaron sin sus
esposos, padres o hermanos e hijos, es por eso que en 1846,
residenciada en San Fernando de Apure, hace su solicitud de montepío
al Gobierno Nacional. Los documentos que presentó Juana para
respaldar su petición están firmados por el general Páez, como
jefe que fue del intrépido lancero: “Certifico:
que el ciudadano Pedro Camejo se incorporó y tomó servicio en el
Ejército de mi mando en esta provincia en el año de 1816, y que los
continuó hasta el de 1821, que murió en el campo de Carabobo por
una herida que recibió de arma de fuego, en el momento del combate;
y que por su valor sobresaliente mereció el ascenso de Teniente de
Caballería, habiendo principado su carrera de soldado raso”.
También
presentó una constancia expedida por el padre Julián de Santos,
párroco de San Fernando de Apure en la que certifica que en los
libros de ese pueblo no aparecía la partida de matrimonio y los de
San Juan de Payara que existieron en el archivo parroquial, fueron
devorados por los insectos cuando ejercía el curato en ese pueblo el
padre Juan Bernardo García. Y una declaratoria tomada por un juez a
el comandante Miguel Pérez, de 51 años y el coronel Juan Antonio
Mirabal “de sesenta y pico de años”, que daban fe de las faenas
guerreras del prócer, la relación existente con la solicitante y la
precariedad de sus recursos económicos.
El
29 de marzo de 1847, el presidente Monagas concedió el merecido
reconocimiento a la viuda de Negro Primero, por la cantidad de 10
pesos mensuales, actuando de acuerdo a la Ley aprobada el 27 de mayo
de 1845. Por
documento que reposa en el Archivo General de la Nación, se deduce
que Juana, todavía vivía para 1852, pues la pensión oficial que le
habían acordado en 1847 (diez pesos mensuales) le fue ratificada ese
año. Nuestra heroína olvidada por la historiografía falleció
aproximadamente a los 52 años. Se desconoce la ubicación de su
tumba.
Aunque
la tradición habla que Juana tuvo hijos con Pedro Camejo, no hay
acreditado algún documento que lo demuestre. En las hojas de
servicios de los militares siempre se colocaba quién, luego de haber
muerto la viuda, percibiría el montepío, pero en la de Camejo que
se encuentra en el Archivo General de la Nación, no consta ningún
descendiente.
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