200 AÑOS DE LA TOMA DE LAS FLECHERAS

200 AÑOS DE LA TOMA DE LAS FLECHERAS


Después de pasar cuatro días en San Juan de Payara, impaciente por comenzar la campaña y meditando de que manera pasaría el río de Apure con el ejército, no teniendo embarcaciones en que hacerlo, y estando las del enemigo guardando el único lugar por donde podían pasarlo sin riesgo del cañón de la plaza de San Fernando, el Libertador Simón Bolívar salió el día 5 de febrero por la tarde Bolívar salió con el ejército hacía el río Apure, y al día siguiente, de madrugada, Bolívar llegó al paso del Coplé o Diamante, en el río Apure, este era el único sitio por donde podían pasar sin el riesgo de que los alcanzaran el fuego de los cañones realista ubicados en San Fernando.

El ejército se quedó detenido, no podía pasar el río por falta de embarcaciones, había unas, pero eran de los realistas. Bolívar desde la orilla, no quitaba los ojos de las embarcaciones y con mucha desesperación se paseaba a lo largo de aquella, luego le dijo a Páez que se encontraba a su lado:

Pero, hombre, ¿dónde están las embarcaciones que usted me ofreció?

Señor cuento con una cañonera tres flecheras y varias canoas ¿no le parece que en ellas pueda pasar el ejército?

¡Ya lo creo! ¿Pero? ¿dónde están?

Páez señala las embarcaciones de los realistas y le dice:

Allí. El enemigo las tiene, y yo se las voy a quitar.

¡Imposible! — dijo Bolívar —, ¿y la gente debe perecer?

De mi cuenta corre —, dijo Páez, y se alejó a galope.

A los pocos minutos volvió trayendo consigo a Negro Primero, Francisco Aramendi, Genaro Vásquez, Cornelio Muñoz, Juan Carvajal, Felipe Mauricio Martin, José de la Cruz Paredes, José María Briceño Méndez, Pedro Pérez, Antonio Romero, Juan José Rondón, y treinta y ocho que se pierden en el anonimato de la historia, todos ellos escogidos de la guardia de su caballearía, por su ya experimentado valor y fuerza.
Páez llevó a los cincuenta escogidos a la orilla del río y les dijo estas breves palabras:

Debemos apoderarnos de esas flecheras o morir. Sigan a su tío los que quieran.

Páez se despoja de parte de su ropa; concluida esta operación, desensilla su caballo, Negro Primero y sus cuarenta y nueve compañeros lo imitan. Y se arrojan al río, nadan en silencio hacia las embarcaciones con un brazo mientras que con la otra mano acariciaban los cuellos de los caballos, animándolos a nadar contra la corriente y daban voces para ahuyentar la multitud de caimanes que había en el río. Llegaron así a los botes, y montando los caballos se lanzaron en sus lomos a bordo de aquellos, alancearon, destrozaron, arrojaron a río a cuanto realista se les ponía delante. Así, fue como los bravos llaneros se apoderaron de las embarcaciones…

Momento después, regresaron con las embarcaciones, “Páez, jadeante, choreando agua y sangre, sus caballos, en alto la terrible lanza”, le dijo a Bolívar:

Y bien señor, ¿no es cierto que podrá pasar la tropa en estos barquitos que ya son nuestros?

Bolívar asombrado, dijo:

¡Si yo no hubiera presenciado este hecho, nadie habría podido hacérselo creer!

El ejército libertador pasó rápidamente el río Apure por el Paso del Diamante en las embarcaciones que habían sido de los españoles. Bolívar sin perder tiempo se puso en marcha sobre Calabozo, no por el camino real, sino por otro camino a fin de evitar el ser visto por alguna patrulla realista, que fuera a dar aviso de su marcha a Morillo. Lograron hacer la marcha sin ser descubiertos, y atravesaron el Guárico por el hato de Altagracia: cruzaron el rio Orituco por el paso de los Tres Moriches y pasaron la noche a tres leguas de Calabozo. Por su parte Páez, Negro Primero y una partida de caballería, se adelantaron a la orilla de la ciudad, en donde se apoderaron del ganado que tenía una guarnición realista para racionar sus tropas, y dejándolo a sus espaldas, se quedaron allí.


Cuando se le participó a Morillo —escribe Páez— que la partida de caballería que se había llevado el ganado permanecía a orillas de la ciudad, lo que hacía creer que un ejército enemigo venia hacia ella, saltó de la cama exclamando: ¿Qué ejército puede venir aquí? Solo que lo haya hecho por el aire”.

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