BICENTENARIOS DE LA BATALLA DE MUCURITAS
Hoy
se cumplen 200 años de la Batalla de Mucuritas
en
la
cual
Páez
con
1.100
llaneros
venció
a
al
General
español
Miguel
de
La
Torre,
quien
comandaba
un
ejército
de
más
de
4,000
hombres…
En
esta
grandiosa
batalla,
Páez
aprovechando
la
ventaja
del
viento,
ordenó
quemar
la
paja
de
la
llanura,
con
el
propósito
de
sofocar
a
ejército
realista.
“Y
en
medio
del
fuego
espantoso
—escribe
Martí—,
entre
columnas
del
humo
y
lenguas
de
llamas”,
cargó
catorce
veces
la
caballería
sobre
los
casados
batallones,
infligiéndole
a
la
invencible
infantería
del
general
Pablo
Morillo,
la
primera
derrota
más
seria
que
sufrió
en
la
guerra
americana…
el
resto
de
los
españoles
lograron
salvarse
lanzándose
a
una
vaguada
por
la
cual
escaparon.
Cuando
Morillo,
que
se
hallaba
en
San
Vicente,
supo
lo
que
le
había
pasado
a
La
Torre,
fue
al
Paso
del
Frio
a
incorporarse
al
ejército.
De
allí
tomaron
los
realistas
el
camino
de
Banco
Largo,
con
dirección
a
Achaguas,
marchando
siempre
por
los
bosques.
Como
los
patriotas
no
podían
seguirlos
por
ese
punto
con
caballería,
continuaron
la
marcha
por
la
sabana
limpia
en
línea
paralela
a
ellos.
Cuando
los
realistas
llegaron
a
Achaguas,
se
hallaron
a
su
frente
a
los
patriotas;
pero
no
se
enfrentaron
a
ellos,
sino
que
dirigieron
a
San
Fernando,
y
los
patriotas
continuaron
por
la
sabana
hasta
San
Juan
de
Payara.
Hablando
de
esta
de
la
batalla,
escribía
después
Morillo
en
un
manifiesto:
“Catorce
cargas
consecutivas
sobre
mis
cansados
batallones,
me
hicieron
ver
que
aquellos
hombres
no
eran
una
gavilla
de
cobardes
poco
numerosa,
como
me
habían
informado,
sino
tropas
organizadas
que
podían
competir
con
las
mejores
de
S.
M.
el
Rey.”
Hoy,
en el lugar de los hechos se erige un obelisco conmemorativo de la
batalla, inaugurado en 1930.
LA BATALLA DE MUCURITAS CONTADA POR PÁEZ
“El
27 de enero pernoctó Latorre en el hato del Frio, como una legua
distante del lugar que yo había elegido para el combate, y a la
mañana siguiente cuando marchábamos a ocuparlo observamos que ya
iba pasando por él. Entonces tuve que hacer una marcho oblicua,
redoblando el paso hasta tomar el barlovento, porque en los llanos, y
principalmente el de Apure, es peligroso el sotavento, sobre todo
para la infantería, por causa del polvo, el humo de la pólvora, el
viento, y mas que todo el fuego de la paja que muchas veces se
inflama con los tacos. Conseguido, pues, el barlovento en la sabana,
formé mis mil cien hombres en tres lineas, mandada la primera por
los esforzados comandantes Ramón Nonato Pérez y Antonio Rangel: la
segunda por los intrépidos comandantes Rafael Rosales y Doroteo
Hurtado: la tercera quedó de reserva a las órdenes del bravo
comandante Cruz Carrillo.
“Confrontados
así ambos ejércitos, salió Latorre con veinticinco húsares a
reconocer mi flanco derecho, y colocándose en un punto donde podía
descubrirlo, hizo alto. En el acto, destaqué al sargento Ramón
Valero con ocho soldados escogidos por su valor personal y montados
en ágiles caballos, para que fuesen a atacar aquel grupo, conminando
a todos ellos con la pena de ser pasados por las armas si no volvían
a la formación con las lanzas teñidas en sangre enemiga. Marcharon,
pues, y ar verlos acercar a tiro de pistola dispararon los húsares
enemigos sus carabinas; sobre el humo de la descarga, mis valientes
jinetes so lanzaron sobre ellos, lanceándolos con tal furor que solo
quedaron con vida cuatro o cinco que huyeron despavoridos a reunirse
al ejército. Latorre de antemano había juzgado prudente retirarse
cuando vio a los nuestros salir de las filas para ir a atacarle. .
“No
es decible el entusiasmo y vítores con que el ejército recibió a
aquel puñado de valientes que volvían cubiertos de gloria y
mostrando orgullosos las lanzas teñidas en la sangre de los enemigos
de la patria. Aproveché entonces la oportunidad—que otro objeto no
había tenido mi orden—de hacer ver a mis tropas que debían solo
contar el número de los enemigos por el de los prisioneros que
hicieran o por el de los muertos que sus lanzas dejaran tendidos en
el campo de batalla.
“Latorre
sin perder tiempo avanzó sobre nosotros hasta ponerse a tiro de
fusil; al romper el fuego, nuestra primera línea le cargó
vigorosamente, y a la mitad de la distancia se dividió, como yo le
había prevenido, a derecha o izquierda, en dos mitades para cargar
de flanco a la caballería que formaba las alas de la infantería
enemiga. Había yo prevenido a los míos que en caso de ser
rechazados, se retirasen sobre su altura aparentando derrota para
engañar así al enemigo, y que volvieran caras cuando viesen que
nuestra segunda línea atacaba a la caballería realista por la
espalda. La operación tuvo el deseado éxito, y pronto quedó el
enemigo sin mas caballería que unos doscientos húsares europeos;
pues la demás fue completamente derrotada y dispersa. Entonces
cincuenta hombres, que yo tenia de antemano preparados con
combustibles prendieron fuego a la sabana por distintas direcciones,
y bien pronto un mar inflamado lanzó oleadas de llamas sobre el
frente, costado derecho y retaguardia de la infantería de Latorre
que se había formado en cuadro. A no haber sido por la casualidad de
haberse quemado pocos días antes la sabana del otro lado de una
cañada, que aun tenia agua y estaba situada a la izquierda del
enemigo, única vía por donde podía hacer su retirada, hubiera
perecido el ejército español en situación mas terrible que la de
Cambíses en los desiertos de la Libia. En su retirada hubo de sufrir
repetidas cargas de nuestra caballería, que saltaba por sobre las
llamas y los persiguió hasta el Paso del Frio, distante una legua
del campo de batalla. Allí cesó la persecución porque los
realistas se refugiaron en un bosque sobre la margen derecha del rio,
donde no nos era posible penetrar con nuestra caballería.
“Hablando
de esta acción, escribía despumes Morillo en un manifiesto: "
Catorce cargas consecutivas sobre mis cansados batallones me hicieron
ver que aquellos hombres no " eran una gavilla de cobardes poco
numerosa, como me " habían informado, sino tropas organizadas
que podían competir con las mejores de S. M. el Rey."
“Este
combate costó a los realistas la pérdida de una gran parte de sus
pertrechos, de muchas de sus acémilas, de gran número de armas que
arrojaban los soldados por escapar del fuego. Nosotros no tuvimos mas
pérdida que la del valiente comandante Segarra y la de pocos
oficiales y soldados. En cambio, el triunfo dio gran fuerza moral a
nuestra causa, pues era el primer revés que sufría el ejército de
Morillo después de su llegada a Costa firme.
“Cuando
Morillo, que se hallaba en San Vicente, supo el desastre sucedido a
su teniente, vino la misma noche al Paso del Frio a incorporarse al
ejército. De allí tomaron los realistas el camino de Banco Largo,
con dirección a Achaguas, marchando siempre por los bosques. Como yo
no podía seguirlos por este punto con mi caballería, continué
marcha por la sabana limpia en línea paralela a ellos. Cuando
llegaron a Achaguas, yo me hallaba á su frente; pero rehusaron nuevo
combate, se dirigieron a San Fernando, y yo continué por la sabana
hasta San Juan de Payara”.
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