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José Antonio Páez, ya anciano en Nueva York, en su
autobiografía, en el Capítulo VIII, en la página 119 escribe lo siguiente,
relacionado con Pedro Camejo, conocido como Negro Primero:
“Para impedir cuanto me fuera posible la deserción, mandé una
partida de caballería á alcanzar á los que no llevaban pasaporte, y solo
trajeron al teniente José Maria Córdoba (después renombrado general de
Colombia) y al capitán Ramón Duran. Un consejo de guerra los condenó á muerte,
pero al fin se les perdonó la vida por haber intercedido en favor de ellos el
gobernador de Casanare, el Padre Trinidad Travieso, y el benemérito teniente
Pedro Camejo, alias El Primero”.
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En el capítulo XI, en las páginas 185-187, nos dejo la lista de
los 150 héroes de la batalla de las Queseras del Medio, en la cual Negro
Primero, lleva el número 34, mas entre los 24 tenientes del grupo lleva el
número 1. He aquí la lista:
“ACCIÓN
DE LAS QUESERAS DEL MEDIO.
“3 de Abril de 1819.
“GENERAL
DE DIVISIÓN:
José Antonio Páez
“CORONELES: Francisco Carmona, Cornelio Muñoz,
Francisco Aramendi.
“TENIENTES
CORONELES:
Juan Antonio Mina, José María Angulo, Juan Gómez, Juan José González, Francisco
Farfán, Hermenegildo Múgica, Juan José Rondo, José Jiménez, Fernando Figueredo,
Leonardo Infante, Francisco Olmedilla “hijo”, Manuel Arraiz.
“CAPITANES:
Francisco Abreu,
Ramón García, Leonardo Parra, Juan Santiago Torres, Juan Crúzate, Juan José
pulido, Mariano Gonzales, Francisco Antonio Salazar, Juan José Mérida, Ramón Velero, Antolín Torralba, Juan
Martínez, Alejo Acosta, Juan Mellado, Celedonio
Sánchez, José María Monzón, Juan Rusate, Juan Martínez.
“TENIENTES: Pedro Camejo (a) el “Negro Primero,” Juan
Rafael Sanoja, Romualdo Meza, Víctor González, Francisco Pérez, José María Olivera, Marcelo Gómez, Nicolás Arias, Domingo Mirabal, Mateo
Villasana, Manuel Figueredo, Diego Parpasen, Luciano Hurtado, Gregorio Acosta,
Francisco Bracho, Pedro Juan Olivares,
Miguel Lara, Raimundo Contreras, Serafín Bela, Juan Carvajal, Juan José Bravo,
Vicente Vargas, Vicente Gómez, Alberto Pérez.
“SUBTENIENTE: Rafael Aragona, Manuel Fajardo, Pastor
Martínez, Bartolo Urbina, Roso Sánchez, Juan José Perdomo, Juan Torralba, Pedro
Gámez, Juan Palacio, Eusebio Ledesma,
Bautista Crúzate, Joaquín Espinal, Alejandro Salazar, Domingo López,
Vicente Castillo, Pedro Escobar, Cruz Paredes, Pedro Cortés, Romualdo Salas,
Romualdo Contreras.
“SARGENTOS: Isidoro Múgica, José María Camacaro,
Luciano Delgado, Simón Meza, Encarnación Castillo, José María Paiba, Francisco
Mirabal, Francisco Villegas, Juan José Moreno, Gaspar Torres, Francisco
González.
“CABOS
Y SOLDADOS:
Encarnación Rangel, Juan Sánchez,
Basilio Nieves, José María Quero,
Mauricio Rodríguez, Ramón Figueredo, Francisco Mibel, Antonio León,
Inocente Chinea, Francisco Medina, Antonio Pulido, Francisco Lozada, Santos Palacio, Antonio
Manrique, Nolasco Medina, Luis Alvares, Diego Martínez, Jacinto Hernández, Ramón Flores, José Antonio Cisneros, José tomas
Nieves, Manuel Martínez, Jacinto Arana,
José Antonio Hurtado, Francisco Sanoja, Isidoro Gamarra, Anselmo
Ascanio, Paulino Flores, Eusebio Hernández, Domingo García, Fernando Guedes,
Remigio Lozada, Félix Blanco, José Arévalo, Nicolás Hernández, Manuel García,
Pablo Lovera, Juan Sánchez, Simón Gudiño, Domingo Riera, Agustín Romero,
Francisco Nieves, Domingo Navarro, José Milano, José Fuentes, Roso
Canelón, Pedro Burrueta, Pedro Fernández, José Bravo, Roso
Urbano, Ascensión Rodríguez, Manuel Camacho, Romualdo Blanco, Juan Rivero, Juan
González, Francisco Escalona, Ramón García, José Girón, José Hernández, Juan
Ojeda, Alejandro Flores”.
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Al narrar la
batalla de Carabobo en su Autobiografía, su mente evoca a Negro
Primero, su leal amigo y compañero de lucha, y en las páginas 213-216, cuenta
de él lo siguiente:
“Los oficiales de mi estado mayor que murieron en esta memorable
acción fueron: Coronel Ignacio Melean, Manuel Arraiz, herido mortalmente,
capitán Juan Bruno, teniente Pedro Camejo (a) el Negro Primero, teniente José
María Olivera, y teniente Nicolás Arias.
“Entre todos con más cariño recuerdo a Camejo, generalmente
conocido entonces con el sobrenombre de ‘El Negro Primero’, esclavo un tiempo,
que tuvo mucha parte en algunos de los hechos que he referido en el trascurso
de esta narración.
“Cuando yo bajé a Achaguas después de la acción del Yagual, se
me presentó este negro, que mis soldados de Apure me aconsejaron incorporase al
ejército, pues les constaba a ellos que era hombre de gran valor y sobre todo
muy buena lanza. Su robusta constitución me lo recomendaba mucho, y a poco de
hablar con él, advertí que poseía la candidez del hombre en su estado primitivo
y uno de esos caracteres simpáticos que se atraen bien pronto el afecto de los
que los tratan. Llamábase Pedro Camejo y había sido esclavo del propietario
vecino de Apure, Don Vicente Alfonso, quien le había puesto al servicio del rey
porque el carácter del negro, sobrado celoso de su dignidad, le inspiraba
algunos temores.
“Después de la acción de Araure quedó tan disgustado del
servicio militar que se fue al Apure, y allí permaneció oculto algún tiempo
hasta que vino a presentárseme, como he dicho, después de la función del
Yagual.
“Admitirle en mis filas y siempre a mi lado fue para mí preciosa
adquisición. Tales pruebas de valor dio en todos los reñidos encuentros que
tuvimos con el enemigo, que sus mismos compañeros le dieron el título de “El
Negro Primero”. Estos se divertían mucho con él, y sus chistes naturales y
observaciones sobre todos los hechos que veía ó había presenciado, mantenían la
alegría de sus compañeros que siempre le buscaban para darle materia de
conversación.
“Sabiendo que Bolívar debía venir a reunirse conmigo en el
Apure, recomendó a todos muy vivamente que no fueran a decirle al Libertador
que él había servido en el ejército realista. Semejante recomendación bastó
para que a su llegada le hablaran a Bolívar del negro, con gran entusiasmo,
refiriéndole el empeño que tenía en que no supiera que él había estado al
servicio del rey.
“Así, pues, cuando Bolívar le vio por primera vez, se le acercó
con mucho afecto, y después de congratularse con él por su valor le dijo:
“— ¿Pero qué le movió a V. á servir en las filas de nuestros
enemigos?
“Miró el negro a los circunstantes como si quisiera enrostrarles
la indiscreción que habían cometido, y dijo después:
“—Señor, la codicia.
“— ¿Cómo así? preguntó Bolívar.
“—Yo había notado, continuó el negro, que todo el mundo iba a la
guerra sin camisa y sin una peseta y volvía después vestido con un uniforme muy
bonito y con dinero en el bolsillo. Entonces yo quise ir también a buscar
fortuna y más que nada a conseguir tres aperos de plata, uno para el negro
Mindola, otro para Juan Rafael y otro para mí. La primera batalla que tuvimos
con los patriotas fue la de Araure: ellos tenían más de mil hombres, como yo se
lo decía a mi compadre José Félix: nosotros teníamos mucha más gente y yo
gritaba que me diesen cualquier arma con que pelear, porque yo estaba seguro de
que nosotros íbamos a vencer. Cuando creí que se había acabado la pelea, me
apeé de mi caballo y fui a quitarle una casaca muy bonita a un blanco que
estaba tendido y muerto en el suelo. En ese momento vino el comandante gritando
‘A caballo’. ¿Cómo es eso, dije yo, pues no se acabó esta guerra ?—Acabarse,
nada de eso; venia tanta gente que parecía una zamurada.
“— ¿Qué decía V. entonces? dijo Bolívar.
“—Deseaba que fuéramos a tomar paces. No hubo más remedio que
huir, y yo echó a correr en mi mula, pero el maldito animal se me cansó y tuve
que coger monte a pié. El día siguiente yo y José Félix fuimos a un hato a ver
si nos daban qué comer; pero su dueño cuando supo que yo era de las tropas de
Ñaña (Yáñez) me miró con tan malos ojos, que me pareció mejor huir e irme al
Apure.
“—Dicen, le interrumpió Bolívar, que allí mataba V. las vacas
que no le pertenecían.
“—Por supuesto, replicó, y si no qué comía? En fin vino le mayordomo
(así me llamaba a mí) al Apure, y nos enseñó lo que era la patria y que la
didblocracia no era ninguna cosa mala, y desde entonces yo estoy sirviendo a
los patriotas.
“Conversaciones por este estilo, sostenidas en un lenguaje sui
generi, divertían mucho a Bolívar, y en nuestras marchas el Negro Primero nos
servía de gran distracción y entretenimiento.
“Continuó a mi servicio, distinguiéndose siempre en todas las
acciones más notables, y el lector habrá visto su nombre entre los héroes de
las Queseras del Medio.
“El día antes de la batalla de Carabobo, que él decía que iba a
ser la cisiva, arengó a sus compañeros imitando el lenguaje que me había oído
usar en casos semejantes, y para infundirles valor y confianza les decía con el
fervor de un musulmán, que las puertas del cielo se abrían a los patriotas que
morían en el campo, pero se cerraban a los que dejaban de vivir huyendo delante
del enemigo.
“El día de la batalla, a los primeros tiros, cayó herido
mortalmente, y tal noticia produjo después un profundo dolor en todo el
ejército. Bolívar cuando lo supo, la consideró como una desgracia y se
lamentaba do que no le hubiese sido dado presentar en Caracas aquel hombre que
llamaba sin igual en la sencillez, y sobre todo, admirable en el estilo
peculiar en que expresaba sus ideas”.
El negro Primero, gran bastión libertario de nuestra independencia. Siempre, será el Negro Primero.
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