INTRODUCCIÓN A PALABREUS
DEL ESCRITOR PAYAREÑO JOSÉ VICENTE ABREU
MDEJ Y EL TÍO RICARDO
Por Orlando
Araujo
Arrieros,
mulas, caballos y galopes, motores y camiones, llano abierto en la búsqueda
tiránica del ser venezolano. No hay ser venezolano ni latinoamericano
(expresión francesa), hay el violento destino de hombres nuevos, esclavizados
por el siglo XX y en las largas —pequeñas fronteras del XXI—. Los nombres de los
siglos son señales, no de muerte, sino de nacimientos y renacimientos.
Tenemos
la falsa idea, ni siquiera idea sino creencia, que al morir a los cincuenta
años hemos vivido medio siglo. Mentira de la vida. Hemos vivido desde los
pómulos del Naenderthal hasta los colmillos de Reagan, todo en nosotros.
Uno
lee un libro y recuerda otros. Quienes nunca han escrito uno de verdad hablan
de influencias, son scholars, eruditos de su esterilidad, no paridores,
admirables.
El Quijote y Don Segundo Sombra
son cuatro compañeros, dos en Castilla y dos en las pampas.
MdeJ.
y el tío Juan Ricardo son los mismos viajeros de la lengua en viva llanura de
obsesión existencial si por ella se entiende la búsqueda de uno mismo en bella
y trágica experiencia.
Palabreus me
arrastró en el torno y retorno de su violento río. Yo no sé si se leer ni se
escribir, pero sé amar y la turbulencia espiral de este llano; y llano es
horizonte, ríos y caminos, veredas que se pierden en la vida profunda, me
arrastró como la vida hacia el insólito destino de José Vicente Abreu, su
autor, enlazador y dueño.
José
Vicente Abreu viene de muy lejos y de muy cerca. No es retórica esta frase:
viene del areté griego, un hombre que asume su destino conocido de antemano el
sacrificio, pero no lo esquiva; y es muy cerca lo que ha hecho, una obra
literaria con el escudo de su vida en batallas de tortura, cárceles y letras,
desde el libro que lo consagra —Se llamaba SN— pasando por Toma mi lanza bañada de plata, donde
juega Caopolicán Ovalles con Braulio Fernández, bermudiano, hasta los Palabreus, bello libro de unas
decientas páginas cargadas de la melancolía barroca de un llanero acompañado en
la soledad de su destino. Todo un hombre y todo un libro en la fuerza y en la
debilidad de la palabra, una lanza
bañada de plata.
Caracas,
11 de octubre de 1985.
LOMOS DEL SIGLO VEINTIUNO
Por Caopolicán
Ovalles
Cuando
en los lomos del siglo veintiuno el llano, MdeJ., tío Ricardo, la tía Trina y
la perra Anémona, lloren una vez más ante la muerte aparente del desierto: Yo,
Rey de los Chigüires, no dejaré huellas en las arenas de mi reino.
Cuando
en los lomos del siglo veintiuno, los andinos sepan que van, yo estaré de
regreso de saber que voy.
Yo,
Rey de los Chigüires de plata, no seré una iguana-dragón, sobre el llano, yo,
espejo y río de mis abuelos: tendré u palabreo en el horizonte; allí donde el
llano es una iguana que cae.
Como
mi padre es llanero, de ahí mismito de Valle de la Pascua y no es andino que no sabe dónde le queda el
horizonte, yo me voy directo a la Sierra con San Orlando Labrador, Don Ave
Moreno, Elia de Yepes, Lyll, la de Gallegos y los Tapias, más allá de las
Cármenes del cielo.
El
Libertador, José Vicente, no sólo baile tiple, serrucho, sino que él baila toda
cuanta vaina y maraca le pongan en el camino.
Yo,
Rey de los Chigüires de plata: como caballo, conoceré nuevas yeguas. Lanzare
cuchillos.
Mira,
Guate:
Y
Gómez morirá.
Debido
a mi General Abreu: amarillo de plata del camino.
Hoy,
en los lomos del amanecer.
En
Calderas, junto al río, Caopolicán Ovalles.
Ayer
murió M iguel Otero Silva. Yo moriré mañana.
Caracas,
noviembre, 1985
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