LA MUERTE DE UN HÉROE DE PÁEZ
Un día como hoy de hace 197 año, en la batalla de Carabobo, Pedro Camejo, el Negro Primero, el muchacho de San Juan de Payara, ofrendó su vida por la independencia de Venezuela.
ILA MUERTE DE UN HÉROE DE PÁEZ
Un día como hoy de hace 197 año, en la batalla de Carabobo, Pedro Camejo, el Negro Primero, el muchacho de San Juan de Payara, ofrendó su vida por la independencia de Venezuela.
I
"El día antes de la batalla de Carabobo, que él decía que iba a ser la cisiva, arengó a sus compañeros imitando el lenguaje que me había oído usar en casos semejantes, y para infundirles valor y confianza les decía con el fervor de un musulmán, que las puertas del cielo se abrían a los patriotas que morían en el campo, pero se cerraban a los que dejaban de vivir huyendo delante del enemigo.
"El día de la batalla, a los primeros tiros, cayó herido mortalmente, y tal noticia produjo después un profundo dolor en todo el ejército. Bolívar cuando lo supo, la consideró como una desgracia y se lamentaba do que no le hubiese sido dado presentar en Caracas aquel hombre que llamaba sin igual en la sencillez, y sobre todo, admirable en el estilo peculiar en que expresaba sus ideas".1
II
"Era el 24 ,de junio, 2a. Carabobo.
"El ejército. español, en línea, al frente de la llanura, aguardaba la batalla.
"El batallón Apure, comenzó a pasar el desfiladero por un movimiento sobre la derecha, y Burgos, Hostaniche y Barbastro, llegaron a tiempo, para detenerlo.
"El británico refuerza al Apure; con todo, no pueden atravesar el riachuelo que corre antes de llegar a la Pica de la Mana. Entonces Páez manda cargar por el flanco. Izquierdo un cuerpo de caballería, compuesta del escuadrón Guardia de Honor y del Estado Mayor montado. El enemigo abandona la altura para hacer frente a nuestros jinetes, y el Negro Primero cae muerto al cerrar contra Barbastro!...
"El Negro Primero, por sus preocupaciones y su nombre no quedada bien en un estrecho cementerio.. Necesitaba de amplia tumba, al calor del sol, entre bosques de laureles y rodeada de trofeos!... Dios, que así lo dispuso, iluminó la bóveda del cielo en la noche serena que sucedió al día de la batalla; un ángel batió sus blancas alas sobre la tumba del héroe, y la Sombra negra huyó a perderse para siempre en el antro de las eternas inquietudes!..."2
III
"Páez reúne, entretanto, los trozos de su caballería que lentamente salen a la llanura. Su ansiedad por allegar el mayor número, sin privar de su presencia alentadora a la diezmada infantería, se descubre en la rapidez vertiginosa con que lanza su impetuoso caballo para acudir a todas partes: así se ve lucir entre el revuelto torbellino del combate su rojo penacho, batido por el viento, cual una llama errante, veloz, inextinguible, alma de la batalla, provoca dora del incendio. De pronto, en medio de la inquietante expectativa que sufren los dos bandos, la llama voladora se detiene; y Páez, lleno de asombro, ve salir de la nube de polvo que oculta los efectos de aquel violento choque, a un jinete bañado en propia sangre, en quien al punto reconoce al negro más pujante de los llaneros de su guardia: aquel, a quien todo el ejército distingue con el honroso apodo del “Primero”.
"El caballo que monta aquel intrépido soldado galopa sin concierto hacia el lugar donde se encuentra Páez; pierde en breve la carrera, toma el trote, y después, paso a paso, las riendas sueltas sobre el vencido cuello, la cabeza abatida y la abierta nariz rozando el cuello que se enrojece a su contacto, avanza sacudiendo su pesado jinete, quien parece automáticamente sostenerse en la silla. Sin ocultar el asombro que le causa aquella inexplicable retirada, Páez le sale al encuentro, y apostrofando con dureza a su antiguo émulo en bravura en cien reñidas lides, le grita amenazándolo con un gesto terrible: ¿Tienes miedo? ¿No quedan ya enemigos? ¡Vuelve y hazte matar! Al oír aquella voz que resuena irritada, caballo y jinete se detienen: el primero, que ya no puede dar un paso más, dobla las piernas como para batirse; el segundo abre los ojos que resplandecen como ascuas y se yergue en la silla; luego arroja por tierra la poderosa lanza, rompe con ambas manos el sangriento dormán, y poniendo a descubierto el desnudo pecho donde sangran copiosamente dos profundas heridas, exclama balbuciente: Mi general... Vengo a decirle adiós... porque estoy muerto. Y caballo y jinete ruedan sin vida sobre el revuelto polvo, al tiempo que la nube se rasga y deja ver a nuestros llaneros vencedores, lanceando por la espalda a los escuadrones españoles que huyen despavoridos. Páez dirige una mirada llena de amargura al fiel amigo, inseparable compañero en todos sus pasados peligros; y a la cabeza de algunos cuerpos de jinetes que, vencido el atajo, han llegado hasta él, corre a vengar la muerte de aquel bravo soldado, cargando con indecible furia al enemigo".3
IV
¿Cómo ese bravo se llama?
¿Quién es? Modesto y sencillo,
Ha dado a su raza brillo,
Asociándole su fama.
Nada su valor abate,
Y de su lanza certera
Obra es siempre la primera
Sangre de todo combate;
Y de ahí parte el llanero
Que admira tan rara audacia
Cuando, por antonomasia,
Lo llama el NEGRO PRIMERO.
Adora a Páez, y creer
Nadie en el mundo le haría
Que hay hombre de más valía
Ni otro a quien obedecer.4
NOTAS:
1 Autobiografía del General José Antonio Páez. Volumen I, Nueva York Imprenta de Hallet y Breen, 58 y 60 calle de fulton 1867
2 Capella Toledo, Luis Leyendas históricas, tercera edición, notablemente aumentada y corregida, Tomo Primero 1884 Bogotá Imprenta de “La Luz”.
3 Blanco, Eduardo, Venezuela heroica. Caracas Imprenta Sanz 1881
4 Arismendi Brito, La muerte de un héroe de Páez. Romance publicado como homenaje a Páez en El Correo de la tarde de 22 de abril de 1888, en los días en que celebró Caracas la traída de los restos mortales de Páez.
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