José Vicente Abreu

JOSÉ VICENTE ABREU ENTRE NOSOTROS

Autor: Argenis Méndez Echenique 
C
ronista de San Fernando de Apure
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Seguramente no he triunfado, pero he derrotado
todos mis miedos y no he renunciado a ningún sueño”.

JVA

Estamos a casi tres décadas del viaje sideral de nuestro héroe, que además de conocerlo en carne y hueso lo vimos y vivimos en sus letras. Aquí, en esta oportunidad como en otras anteriores, en nuestro afán de rastrear y rescatar nuestros valores humanos, incursionamos en su vida y su obra. Así que una vez más tratemos de describir cómo imaginábamos y vimos a José Vicente, una leyenda revolucionaria de los tiempos juveniles.

Desde siempre vimos a José Vicente como un preclaro y tenaz revolucionario luchador por las causas justas y de los desposeídos, al lado del “…río de vida que es el pueblo”. Era fiel seguidor del postulado martiano: “Libertad es el derecho que todo hombre tiene a ser honrado, y a pensar y a hablar sin hipocresía”.

El lo expresaba constantemente en sus acciones personales y en sus escritos: Yo estaba enamorado de un gran pueblo y quería verle rebosante de salud y saludable alguna vez por fin, con voz del canto genésico”. Ese ideario lo fue conformando a través del tiempos y las experiencias: primero, en sus tiempos de estudiante en el Liceo sanfernandino, al lado de Pedro Elías Hernández Figueredo, Manuel Bermúdez, Freddy Melo, Betico Guzmán…, con quienes comparte sus iniciales inquietudes políticas, sociales y literarias. Era la época del post-gomecismo. De su padre, Gabriel Abreu, aprendió el oficio de talabartero y con Raimundo Rodríguez, en la imprenta de “El Espejo”, lidió parando tipos de plomo y dando a conocer sus primeros escritos poéticos y subversivos.

En algún momento se confiesa diáfanamente: “Fue la mía una infancia de niño pobre en la aldea venezolana. Mis padres eran seres nobles y puros. Era yo enfermizo y doliente, triste y severo. Mi adolescencia llevó en su mano izquierda un libro de poemas y sus ojos buscaron en el cielo, de estrella a estrella, por las noches claras, el Dios desconocido”.

En 1947 se traslada a Caracas e ingresa al Instituto Pedagógico a estudiar Lengua y Literatura; simultáneamente lo hace a la recién creada Escuela de Periodismo, en la Universidad Central de Venezuela, bajo la dirección de Miguel Acosta Saignes.

Cuando el Maestro Rómulo Gallegos es derrocado de la Presidencia de la República, este hecho lo encuentra en las filas de Acción Democrática, que hasta ese momento, se encuadraba dentro de la socialdemocracia y el anti-imperialismo. Comienza su activa participación clandestina contra Pérez Jiménez y va a parar con sus huesos a los tétricos calabozos de la dictadura y a los campos de concentración en Guasina. El duro aprendizaje carcelario lo lleva al Partido Comunista, donde permaneció hasta su muerte en 1987, recién cumplidos los 60 años. En el 58 sale en libertad y al ver frustrados sus sueños de redención popular, continúan sus correrías que lo hicieron famoso como Comandante “Capanga”, que culminaron nuevamente en la cárcel luego del “Carupanazo” (1962), Sale al exilio, viaja a la Unión Soviética, Bulgaria, Hungría, Cuba, México… Sus publicaciones (literatura testimonial) han sido traducidas a varios idiomas y lo proyectan a la fama universal: Manifiesto de Guasina, Guasina donde el río perdió las siete estrellas, S.N., Cuatro Letras…

Beatriz Catalá, la primera esposa e hija de su editor, al publicar sus Cartas de la Prisión y del Exilio…1950 - 1965 dice: “…tal vez en la historia político – literaria de Venezuela no se encuentren tantos papeles escritos por un prisionero que, como estos, revelen una temática de su formación y evolución en el campo literario, su preocupación por la política, por el estado social y económico del país, por la familia –la madre, los hermanos, los hijos- y los amigos, hechos que indudablemente lo mantenían en una permanente angustia vital” (1985: X).

Manuel Bermúdez, destacado lingüista apureño como él, escribe (Papel Literario de El Nacional, 31/05/1998): “Yo conocí a José Vicente Abreu en vida. Y ahora sigo conociéndolo, después de muerto, a través de sus libros (…) Sin echar mano de la ficción y sin rebuscamientos estéticos, José Vicente Abreu dejó constancia, en SE LLAMABA SN, de uno de los episodios más difíciles de la historia venezolana. Sus andanzas personales en las filas antiperezjimenistas y las múltiples persecuciones y encarcelamientos a los que fue sometido, lo convirtieron en protagonista de su propia novela”.

En los años 70 regresa José Vicente a Venezuela y continúa su producción literaria, combinando los ensayos y la lírica con temas históricos y revolucionarios: Toma mi lanza bañada de plata, Gallegos. Ideas Educativas en “La Alborada”, “Entre Gallegos y Ovalles: El Llanero”, Camarada Paloma, Biografía del Maestro Vicente Emilio Sojo. Son los tiempos de deambular con José Esteban Ruiz Guevara en la búsqueda de “Piedras Herradas” en los montes barineses en 1980 (Esa misma experiencia la repitió el apreciado J.E. conmigo recorriendo los médanos de La Unión de Barinas en 1995).

Con la gente integrante de la Asociación de Escritores de Venezuela, entra en contacto con Caupolicán Ovales, quien le hace conocer la obra El Llanero, escrita por su padre (Víctor Manuel Ovalles), a la que José Vicente escribe un comentario: “Entre Ovalles y Gallegos: El Llanero” (Revista Nacional de Cultura N° 206,207-208. Caracas, 1972; pp. 18 – 35), que se convierte en Prólogo a la 2ª. edición publicada por la Presidencia de la República, en 1990.

José Vicente expresa su interés por conocer más sobre la llaneridad venezolana: “Yo no había leído el libro de Víctor M. Ovalles. Me había llenado el alma con Boves, con Páez, con Gallegos, con lo que contaban en mi casa mis tíos y cuatro peones que engrasaban sus sogas o escamenaban crines o remendaban un fuste de bucare legítimo que apenas dejaba mataduras en los lomos de las bestias. Yo no sabía que Bolet Peraza, además de sus indagaciones en otras estirpes nacionales, en el retruque que inventaron con su nombre, también había penetrado en el centauro y dijo palabras del Llano, que desde entonces convirtieron al doctor Ovalles en un incansable investigador del Llanero y todo aquello que lo hizo personaje obligado a donde debería volverse los ojos, a la hora de tratar de desentrañar la nacionalidad”  (…)“El Llano se muere y hay que encontrarlo antes de su última agonía”.

Era la manifiesta inquietud por la crisis de valores en la identidad llanera, que me llevó, 50 años más tarde, a escribir un alarmado ensayo sobre la Apureñidad (Apure en Cuerpo y Alma, 2010).

Toda la obra intelectual de José Vicente es trascendental desde todos los puntos de vista que se enfoque, pero Palabreus, publicada en 1985, constituye un imán literario para los apureños, por cuanto la escribió recogiendo en ella reminiscencias que van más allá de sus propias vivencias: va a sus propios orígenes étnicos mestizos, asomándose al mundo indígena otomaco, donde hunde sus raíces ancestrales. Allí juega un papel protagónico su tierna y bondadosa M de J; y no solo retrata a los Rincones, emparentándose con “El Catire” del musical cornetín, sino también con filiaciones más antiguas como es el caso de los Echenique, que enlaza con Acevedo y Sosa. Pero no es solo la biografía de una persona sino que se refiere a todo el estrato sociocultural de un pueblo, manejando magistralmente la fidelidad histórica colectiva al lado de la fantasía creadora del llanero: Lo que dice no es verdad exactamente, pero tampoco puedes decir que es mentira. Recuérdese que es una novela con mucho de autobiografía.

Cuando en 1985 vino José Vicente a Apure, con el propósito de bautizar su Palabreus, lo acompañamos a su añorado San Juan de Payara y al pie del higuerón de la Plaza Bolívar se produjo la luz para el milagro bautismal; con él andaba la profesora Lil Barceló Sifontes, brillante intelectual guayanesa, con quien había contraído nupcias y convivió sus últimos años.


Aquí en Apure, un grupo de luchadores contra molinos de viento, hemos seguido en el intento de hacer Patria a través de las letras; y hemos tomado como guía el nombre del gran José Vicente Abreu. A los pocos días de fallecer José Vicente, escribí un modesto ensayo para recordar su memoria: “A José Vicente Abreu, el más ilustre de los Apureños” (Inter – Diario La Idea, San Fernando de Apure, 11/06/1987). Luego, en 1994, siendo Director de Cultura del Ejecutivo del Estado Apure, creamos el Premio de Periodismo Cultural “José Vicente Abreu”, cuya primera edición la obtuvo el periodista zuliano Gelvis José Morles, recién fallecido para entonces. Más tarde, en el 2010, el Gabinete Regional del Ministerio de Cultura creó la Bienal de Literatura “José Vicente Abreu”, que ya va para la IV premiación.

AME.-


Biruaca, 26/10/2016.-

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