Un día como hoy de hace 207 años el Libertador Simón Bolívar por primera vez entró triunfalmente a San Juan de Payara.
El mismo Bolívar en una carta fechada en Payara el 5 de febrero, dice: "El 31 del pasado tuve la satisfacción de llegar a este pueblo, donde me aguardaba el señor General Páez con la mayor parte de su División".
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Ya para finalizar el año 1817, cuando el General José Antonio Páez, tenía a sus órdenes un ejército de hombres invencibles que le obedecían gustosos y lo querían como a un padre, y se hallaba investido de una autoridad omnímoda, el Libertador Simón Bolívar a quien Páez “no conocía aun personalmente” le envió desde Angostura a los coroneles Manuel Manrique y Vicente Parejo a proponerle que le reconociese como jefe supremo de la república. Páez recibió respetuosamente a los comisionados en el hato del Yagual y después de la reunión con los comisionados de Bolívar, formó las tropas que tenía en el Yagual, he hizo venir al padre Ramón Ignacio Méndez, —arzobispo después de Caracas—, para que a presencia de aquellos le recibiese juramento de reconocer como jefe supremo al general Bolívar, y mandó después que las tropas siguieran su ejemplo, “ordenando hiciesen lo mismo los cuerpos que se hallaban en otros puntos”.
Cuando Bolívar se enteró de lo sucedido, le informó a Páez su intención de marchar a sus campamentos para abrir campaña desde el sector del Apure, y el 31 de diciembre de 1817, Bolívar zarpó desde Angostura rumbo al Apure a reunirse con Páez en San Juan de Payara, donde el caudillo lo estaba esperando.
Después de un largo viaje, el 30 de enero, El Libertador llegó al Hato cañafistola como a cuatro leguas de Payara. Sabiendo Páez que Bolívar se hallaba en dicho hato, se adelanto a su encuentro, acompañado de los principales jefes de su ejército. Apenas Bolívar lo vio a lo lejos, montó inmediatamente a caballo para salir a recibirlo, y al encontrarse echaron pié a tierra, y con muestras del mayor contento se dieron un estrecho abrazo. Páez le manifestó “que tenia por felicísimo presagio para la causa de la patria el verle en los llanos, y esperaba que su privilegiada inteligencia, encontrando nuevos medios y utilizando los recursos que poníamos á su disposición, lanzaría rayos de destrucción contra el enemigo que estábamos tratando de vencer”. Bolívar con la generosidad que le caracterizaba, le contestó en frases lisonjeras, ponderando su constancia en resistir los peligros y necesidades de todo género con que había tenido que luchar en defensa de la patria, “y asegurando que con nuestros mutuos esfuerzos acabaríamos de destruir al enemigo que la oprimía”.
Después de la entrevista Páez regresó a San Juan de Payara y Bolívar partió con la caballería para Caujaral. En la mañana del 31 de enero Páez llegó a donde estaba el Libertador para conducirlo a su campamento. Bolívar pasó el río Arauca con todo el ejército y tuvo *“la satisfacción"* de entrar triunfalmente a *San Juan de Payara*, en medio del entusiasmo popular y bajo un arco de lanzas, que a su paso por la calle principal, formaron los escuadrones de jinetes de Páez. La infantería hizo su entrada al pueblo y fue a acampar al Este del lugar. La caballería fue mandada a acampar a orillas del río.
El General Páez ofreció una gran comida al Libertador en la cual pudo éste apreciar los profundos contrates que necesitaban aún ser superados para dar realidad a la nación que ambicionaba emancipar. Los llaneros de Páez —expansivos, violentos, primitivos— sentados a los lados de los generales y oficiales de Bolívar —disciplinados, correctos y respetuosos de las jerarquías militares—, suscitaban la impresión del frágil contacto entre dos mundos distintos, entre los cuales parecía casi imposible tender un puente de mutua comprensión.
NOTAS:
Autobiografía del general José Antonio Páez. Colección Bicentenario Carabobo Caracas, Venezuela, junio de 2021 Tomo I. Págs 173- 177
Memorias del General O`Leary Edición Facsimilar Digital de la Primera Impresión Realizada entre 1879 y 1888. Centro de Estudios Simón Bolívar Caracas, Venezuela, 2020 Tomo XVIII. Págs 556-560.
Indalecio Liévano Aguirre. Bolivar. Edición auspiciada por la Presidencia de la República y por la Academia Nacional de la Historia. Caracas 1988 Pás 231-233
BOLÍVAR Y CAMEJO
Cuando el Libertador Simón Bolívar llegó a San Juan de Payara, durante el desarrollo de la Campaña del Centro, le hablaron con gran entusiasmo del valiente payareño Pedro Camejo, conocido como Negro Primero, refiriéndole que cuando el negro supo que él debía venir a reunirse con el General Páez en el Apure, les recomendó a todos muy vivamente que no fueran a decirle que él había servido en el ejército realista comandado por José Yáñez.
Cuando Bolívar lo vio por primera vez, se le acercó con mucho afecto, y después de congratularse con él por su valor le dijo:
—¿Pero qué le movió a usted a servir en las filas de nuestros enemigos?
Miró el negro a los circunstantes como si quisiera enrostrarles la indiscreción que habían cometido, y dijo después:
—Señor, la codicia.
—¿Cómo así? Preguntó Bolívar.
—Yo había notado —continuó el negro—, que todo el mundo iba a la guerra sin camisa y sin una peseta y volvía después vestido con un uniforme muy bonito y con dinero en el bolsillo. Entonces yo quise ir también a buscar fortuna y más que nada a conseguir tres aperos de plata, uno para el negro Mindola, otro para Juan Rafael y otro para mí. La primera batalla que tuvimos con los patriotas fue la de Araure: ellos tenían más de mil hombres, como yo se lo decía a mi compadre José Félix: nosotros teníamos mucha más gente y yo gritaba que me diesen cualquier arma con que pelear, porque yo estaba seguro de que nosotros íbamos a vencer. Cuando creí que se había acabado la pelea, me apeé de mi caballo y fui a quitarle una casaca muy bonita a un blanco que estaba tendido y muerto en el suelo. En ese momento vino el comandante gritando ‘A caballo’. ¿Cómo es eso, dije yo, pues no se acabó esta guerra?—Acabarse, nada de eso; venía tanta gente que parecía una zamurada.
—¿Qué decía usted entonces? —dijo Bolívar.
—Deseaba que fuéramos a tomar paces. No hubo más remedio que huir, y yo echo a correr en mi mula, pero el maldito animal se me cansó y tuve que coger monte a pié. El día siguiente yo y José Félix fuimos a un hato a ver si nos daban qué comer; pero su dueño cuando supo que yo era de las tropas de Ñaña (Yáñez) me miró con tan malos ojos, que me pareció mejor huir e irme al Apure.
—Dicen —le interrumpió Bolívar—, que allí mataba usted las vacas que no le pertenecían.
—Por supuesto —replicó—, y si no ¿qué comía? En fin vino el mayordomo (así llamaba a Páez) al Apure, y nos enseñó lo que era la patria y que la diablocracia no era ninguna cosa mala, y desde entonces yo estoy sirviendo a los patriotas.
Está conversación sostenida en un lenguaje sui generi, divirtió mucho a Bolívar, y en las marchas el Negro Primero les servía de gran distracción y entretenimiento.
En este encuentro del Libertador que en apariencia era débil de complexión y acostumbrado desde sus primeros años a los regalos del hogar doméstico, con Negro Primero que era un robusto atleta que no había conocido jamás otro linaje de vida que la lucha continua con los elementos y las fieras: se vieron reunidos según el General Páez: “los dos indispensables elementos para hacer la guerra: la fuerza intelectual que dirige y organiza los planes, y la material que los lleva a cumplido efecto, elementos ambos que se ayudan mutuamente y que nada pueden el uno sin el otro”.
El diálogo del Libertador y Negro Primero, según Laureano Vallenilla Lanz en su Cesarismo democrático: “es de una gran significación histórica, porque revela la mentalidad de la mayoría de los hombres que después de haber servido con Boves y Yáñez, cometiendo los más espantosos crímenes, convirtiendo el territorio entero de Venezuela «en un vasto campo de carnicería» vinieron a ser con Páez, Monagas, Cedeño, Zaraza, los heroicos defensores de la Independencia; y además comprueba el prestigio que iba conquistando la causa de la Patria en el seno de las bajas clases populares, a los esfuerzos enormes de los próceres. Ya la Patria podía ofrecer a los que abandonaban las filas realistas, lo que constituía para ellos una ilusión: un uniforme y un apero; ya podía abrirles el camino de los honores, elevando hasta los esclavos, como Pedro Camejo, a las altas jerarquías militares”.
NOTAS:
Autobiografía del general José Antonio Páez. Colección Bicentenario Carabobo Caracas, Venezuela, junio de 2021 Tomo I. Págs 259-261
Laureano Vallenilla Lanz. El Cesarismo democrático Colección Bicentenario Carabobo Caracas, Venezuela, septiembre de 2021. Pág 41-43
CUATRO DÍAS EN PAYARA
En esta visita Bolívar a San Juan de Payara, estuvo cuatro días, impaciente por comenzar la Campaña del Centro. El Libertador, meditaba de qué manera pasaría el río de Apure con el ejército, no teniendo embarcaciones en que hacerlo, y estando las del enemigo guardando el único lugar por donde podían pasarlo sin riesgo del cañón de la plaza. En gran incertidumbre se hallaba, por no encontrar el medio de allanar aquel obstáculo, mientras Páez le animaba a que se pusiera en marcha, asegurándole que le daría las embarcaciones necesarias.
—Pero, hombre, ¿dónde las tiene usted?—pregunta Bolívar
—Las que hay en el paso del rio para oponérsenos. — le contesta Páez
—¿Y de qué manera podemos apoderarnos de ellas?
—Con caballería.
—¿Dónde está esa caballería de agua?, porque con la de tierra no se puede hacer tal milagro.
A las tres de la tarde del día 5 de febrero, Bolívar salió con el ejército hacía el río Apure, marchó hasta la noche “y acampó en una sabana al Este de San Juan”. Bolívar Salió del pueblo no con la esperanza de que la operación prometida se realizara, sino para ver qué partido tomaría. En la madrugada del día continuo la marcha y a las 10 de la mañana desde la orilla del río Apure observaba las flecheras bien armadas y tripuladas que tenían lo realistas en la orilla opuesta, lleno de desesperación y se paseaba a lo largo de aquella. Páez, que le había estado contemplando, se le acerco a caballo y le pregunto la causa de su inquietud. El libertador le dijo:
—Daría el mundo entero por apoderarme de la escuadrilla española, porque sin ella no puedo cruzar el rio y las tropas no pueden marchar.
—Dentro de una hora será de usted— replico Páez.
—¡Imposible! —dijo Bolívar— y la gente debe perecer.
—De mi cuenta corre— dijo Páez, y se alejo a galope.
A los pocos minutos volvió trayendo a Francisco Aramendi, Genaro Vásquez, Cornelio Muñoz, *Negro Primero,* Juan Carvajal, Felipe Mauricio Martin, José de la Cruz Paredes, José María Briceño Méndez, Pedro Pérez, Antonio Romero, Juan José Rondón, y otros cuarenta guardias de caballería que se pierden en el anonimato de la historia. Llevándolos a la orilla del rio les dijo estas breves palabras:
—Debemos apoderarnos de esas flecheras o morir. Sigan a su tío los que quieran.
Al mismo tiempo, picando espuelas a su caballo, se lanzo con el al rio y le hizo nadar en dirección a la escuadrilla. Lo siguieron los 51 héroes escogidos entre los principales por su ya experimentado valor y fuerza. Estos soldados con las lanzas en la boca, nadando con un brazo y acariciando con la otra mano los cuellos de los caballos, animándolos a nadar contra la corriente y dando voces para ahuyentar la multitud de caimanes que había en el rio. Llegaron así a los botes, y montando los caballos se lanzaron de sus lomos a bordo de aquellos, guiados por su jefe y con gran admiración de los que los observaban desde la orilla del rio, se apoderaron de todas las flecheras. De regreso con las embarcaciones, Páez jadeante, chorreando sangre y agua le dice a Bolívar:
—Y bien, señor, ¿no es cierto que podrá pasar la tropa en estos barquitos que ya son nuestros?
Asombrado Bolívar lo abraza y dice:
—Si no hubiese presenciado este hecho, nadie habría podido hacérsemelo creer.
Gracias a estas embarcaciones, Bolívar pudo cruzar con el ejército el río Apure y correr a Calabozo en donde sorprende, derrota al general español Pablo Morillo, Bolívar mostrando clemencia le ofrece un indulto en nombre de la república de Venezuela, “y al mismo Fernando VII —dice Bolívar—, también perdonaría, si estuviese, como usted, reducido a calabozo”.
NOTAS:
Autobiografía del general José Antonio Páez. Colección Bicentenario Carabobo Caracas, Venezuela, junio de 2021 Tomo I. Págs 182- 184
Memorias del General O`Leary Edición Facsimilar Digital de la Primera Impresión Realizada entre 1879 y 1888. Centro de Estudios Simón Bolívar Caracas, Venezuela, 2020 Tomo XVIII. Págs 608-611
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Manuel Ortega
Cronista Municipio Pedro Camejo
ortegamanuel1818@gmail.com